CULÍS EN GUERRA AJENA

In illo tempore, mientras servidor holgazaneaba por la Amazonia del depto. peruano de Loreto, visité la Plaza de Armas de Iquitos, capital de esa provincia. Y mucho sorprendíme al notar que, en los bajorrelieves que ornaban el Obelisco erigido a los loretanos que murieron en la Guerra del Pacífico o del Salitre (1879-1884) contra Chile, aparecían unos soldados chinos disparando contra unos soldados peruanos. Pregunté la razón de lo que me parecía un despropósito histórico pues era evidente que, a finales del siglo XIX, China no estuvo ni un minuto en guerra contra Perú y me contaron lo mismo que todavía cuentan en el internet barato a los pazguatos que lo consumen. Más o menos, me dijeron:

«No son muchos los extranjeros y nacionales que conocen esta historia sobre el obelisco de esta histórica plaza. Narra la historia que después de la guerra con chile los loretanos quisieron conmemorar el apoyo que realizaron al enviar tropas loretanas para la defensa de la patria al vil ataque de nuestro suelo patrio y en memoria de estos heroicos loretanos que derramaron su sangre por tan noble causa se gesta la idea de mandar a hacer estas placas para recordar a dichos héroes a Europa, pero tal era el desconocimiento de esta empresa [italiana] que no sabían la existencia del Perú y Chile y menos en donde quedaban dichos países beligerantes a tal punto que fue tan mayúscula su error que a Chile le confunden con China y es por eso que si ven con detalle dichas placas en el obelisco de la plaza de armas notaran que hay soldados con el típico sombrero chino que se lo caracterizan» (Trip Advisor, 2015)

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Iquitos: Obelisco en la Plaza de Armas
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Joven, ¿poco patriota?

Pues bien, me engañaron en Iquitos y se engañan quienes creen todo lo que dicen los innumerables trip-advisores que inficionan internet porque, en este caso, es cierto que los chinos estuvieron en guerra con Perú y, por ende, los bajorrelieves del Obelisco de Iquitos reflejan un episodio histórico que, efectivamente, ocurrió.  Claro está que la sentencia precedente exagera: China no entró en la Guerra de Chile contra Perú (y Bolivia) pero es cierto que unos miles de culís que estaban esclavizados en Perú, al llegar la invasión chilena, desertaron de sus domicilios y trabajos para unirse a unas tropas que creyeron ‘liberadoras’. Aunque esto tampoco es exacto porque los coolies o culís -chinos esclavos o semiesclavos-, llevaban años de esclavitud y sabían que, de haber desembarcado en Chile en lugar de Perú, su situación no hubiera variado, tal era a esas alturas la confianza que tenían en los sudamericanos. Así que eso de ‘ejército liberador’ debe sustituirse por ejército ganador y, ¿qué otra les queda a los esclavos sino unirse al bando ganador?

Sea como sea, conviene precisar que la ornamentación del Obelisco, fué encargada en 1898 a los talleres de Enrico Repetto & Figli de Lavagna, Génova, Italia. No es razonable suponer que, catorce años después del final de la Guerra, aquellos artistas genoveses desconocieran los pormenores de la Guerra que provocó la avaricia anglo-chilena por despojar a Perú del salitre (luego conocido mundialmente como Nitrato de Chile) y del menos importante guano. Pero, como veremos más adelante, ese mismo retraso  (el Obelisco fue terminado en 1908) nos da una clave de la aparentemente anacrónica y fantasiosa representación de los guerreros culís.

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Bajorrelieve: a la izqda. los culís identificados por sus sombreros. A la drcha., las tropas peruana en apuros.
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Detalle de un guerrero culí en el mismo bajorrelieve

La verdad sobre el supuesto desaguisado histórico arranca con el tráfico de culís hacia Perú. Como ésta vez y sin que sirva de precedente, bien lo resume wikipedia, «Entre 1849 y 1874 unos 100 000 trabajadores chinos [otras fuentes amplían esa cifra] llegaron a Perú en condiciones de servidumbre, obligados a trabajar para quien había costeado su pasaje, ganaban solo la mitad del sueldo de un trabajador libre y debían vivir en deplorables condiciones. Compartían su trabajo con presidiarios«.

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Un libro clásico. El culí tiene las piernas engrilladas o encepadas.
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Huelga decir que muchos culís morían o eran asesinados en esos barcos negreros que mejor llamaríamos chineros.

Pocos años antes de que estallara la Guerra del Salitre -entonces alabado como oro blanco-, los culís se rebelaron en las localidades peruanas de Pativilca (1870), Huacho (1875) y Trujillo (1876) Y ello fue un aviso de lo que ocurriría si Chile invadía Perú. En efecto, sucedió que, en 1879, en el primer desembarco de la marinería chilena en un puerto peruano, los culís se unieron al invasor; según una fuente poco fiable por ser de un Prócer chileno, «Era de ver en estos momentos la alegría de los infelices esclavos chinos al ver ardiendo aquellos aparatos [máquinas para cargar el guano] de su martirio. Todos ellos palmoteaban alegres, i gritaban entusiasmados en su lengua de trapo: «¡Viva Chile! − ¡Bueno chileno! − ¡Ya no ma tlabaco!, ¡Muela peluano!».

Y otra fuente chilena pero más objetiva, la del historiador  Gonzalo Bulnes, nos narra: «Podría hacer un cuadro espeluznante contando lo que vió la division Lynch en materia de viviendas i de lugares de castigo. [a los culís] Los vijilaban en el dia mayorales armados, que los golpeaban con mas inhumanidad de la que se emplea con las bestias i en la noche se les encerraba bajo llave en barracas donde dormían amontonados como animales. Naturalmente estos pobres seres, al ver que la division de Lynch los declaraba libres, se plegaron a ella i le prestaron toda la cooperación que podían. Asi ocurrió en Pisco, en Cañete, en Asia, en Bujama, en todos los centros agrícolas. Los chinos marchaban en la avanzada con el rejimiento de Granaderos a caballo; en pos la artilleria sobre mulas, i detrás los rejimientos de infanteria i los bagaje«.

Es comprensible que los chilenos quisieran aparecer como unos invasores liberadores -contradictio in terminis- pero es cierto que los culís ‘peruanos’ se unieron por miles y miles a las tropas salitreras anglo-chilenas. Tantos desertaron de sus tugurios que hasta formaron una unidad relativamente autónoma: el Batallón Vulcano.  La ceremonia de su fundación fue asaz espectacular: «Ante esta rara trinidad [de deidades guerreras chinas], un chino ofició algo que parecía una misa, i en seguida procedió a degollar un gallo, símbolo de la guerra, cuya sangre depositó en una redoma. Por esa sangre belicosa juraron los chinos ser su deseo y sus votos que las armas de Chile salieran victoriosas y así se lo pidieron a Kuonkong con todo respeto, bebiendo enseguida la sangre mezclada con agua. Todos los 658 colonos alcanzaron parte del mistificado líquido. Terminada la ceremonia, el chino Quintín Quintana, jefe elegido de la colonia misma, pronunció un largo discurso, en el que habló de la esclavitud reinante en el Perú y de la próxima libertad e imperio de las leyes comunes.» (eso decía un periodista del diario chileno El Mercurio, décadas después, un bastión del fascismo chileno) Pero está comprobado que Quintana (Leo Shin) se unió al ejército chileno y con él se instaló en Santiago de Chile donde alcanzó puestos de relativa importancia.

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¿Cuán histórica es esta «Novela Histórica»? La portada no da muchas esperanzas.
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Quintín de la Quintana, jefe del Batallón Vulcano

Como era de prever, la insolencia de los culís desató una cadena de progromos contra los chinos asentados en Perú, en especial contra los comerciantes que habían escapado de la esclavitud -y que, probablemente sin querer queriendo, coadyubaban a su auge. El primero dellos, ocurrió al principio de la guerra, cuando los soldados peruanos que habían escapado de la derrota en la batalla de Miraflores, asaltaron a los chinos que tenían más a mano: «Pretestando tener hambre, se lanzaron sobre las tiendas de víveres de los inermes asiáticos… De ahí pasaron a los grandes almacenes que acumulaban las joyas, telas y demás obras primorosas de manufactura china, los cuales fueron robados y i quemados como aquellos… Calcúlase en no menos de tresientos asiáticos fueron inmolados en las calles de la ciudad i en las chacras circunvecinas.» (Vicuña Mackenna, chileno; otras fuentes cifran en varios miles las víctimas de los progromos contra los chinos en general y contra los culís en particular) Luego, durante los cinco años de guerra, fueron los negros quienes cayeron en la ignominia de los progromos. Ejemplo: durante el verano de 1881, en el valle de Cañete se produjeron saqueos y asesinatos contra los culís ocasionados por los negros que tuvieron apoyo de montoneros peruanos dirigidos por el Coronel Noriega -esclavos contra esclavos. Es decir, que la escalada de progromos fue propiciada por el ejército peruano, desfalleciente en las batallas pero activo contra los culís.

Se explica así que el Obelisco de Iquitos incrustara unos bajorrelieves cuyo propósito era, simplemente, mantener viva la llama contra los culís. Por ende, de disparate para turistas, nada. De racismo, todo.

La esclavitud de los chinos

Una de las páginas que más escandalosamente oculta la Historia Oficial es que, desde las guerras del Opio (ver poste «Los perros del Opio», 03 junio 2019), los chinos sufrieron un sistema esclavista aún peor que el padecido por los negros. Pero, mientras que del tráfico negrero se sabe algo, no sucede lo mismo con el tráfico ‘chinero’. Por tanto, debemos corregir este ‘olvido’ histórico -este sí, un auténtico desaguisado.

Y decimos que fue peor la esclavitud de los chinos que la esclavitud de los negros porque, como bien explica Charles Wiener, un viajante que recorrió la región peruana en 1875, había una notoria -pero censurada- diferencia: «El negro era esclavo por toda su vida: el chino no lo es más que por un tiempo determinado. Pero esta ventaja está contrabalanceada por un hecho innegable: el nuevo sistema suprime la sola garantía que se poseía contra la crueldad de los señores i el abuso de su autoridad. Esta garantía era el interés por prolongar las existencias útiles, de no debilitar por un exceso de trabajo las constituciones que reproducen un capital considerable. Este cálculo, por horrible que sea, era lógico i constituía una garantía en favor de la raza negra. Con los chinos esta garantía desaparece. Que el chino resista a la tarea durante ocho años, he allí todo lo que exije el interés. I que estos años se prolonguen más allá de su límite legal, por cuentas fantásticas de herramientas quebradas, de vestidos usados, etc, he ahí la principal preocupación del que compra i emplea chinos. La estadística prueba que apenas un tercio de estos hombres llega al fin del contrato: el resto sucumbe«.

Los chinos fueron traficados peor que bestias -ningún esclavista quiere que se le mueran ni sus negros ni tampoco sus animales-, y del tráfico chinero se beneficiaron desde los EEUU hasta media Europa. Dos o tres ejemplos: los holandeses los acarrearon a Java, los franceses a la isla de Réunion y los españoles, a Cuba. Hora es de reconocer que la dilatada posguerra de las guerras del Opio, tuvo unas nefastas consecuencias para el Imperio del Centro, desde luego menores que el saqueo patrimonial material que sufrió en Pekín pero sí infinitamente mayores para el común del pueblo chino.

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Culís esclavizados en la Cuba ‘española’

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