Hace siete años, un militarote furibundamente anti-chino avisaba de que China buscaba acercarse a la triple frontera India (Sikkim)-Bhutan-China:
If China is convinced that capturing the Doklam Plateau in Bhutan (which will turn the Indian defences at the tri-junction in Sikkim) would elicit little opposition from the Royal Bhutanese Army and India (scared of annoying the Dragon) will only keep hesitating, China will go for it. (2010, Tte. Gral. Katoch en Claws Journal)
En efecto, así está ocurriendo en estas semanas y, aunque los provincianos medios españoles no se han percatado todavía, es probable que, en breve, comiencen a informarnos del inminente conflicto entre chinos e hindúes –el primero importante desde la guerra que mantuvieron en 1962.
La manzana de la discordia estriba en que los chinos están construyendo una carretera a través del citado Doklam Plateau que pondría a su alcance el acceso a un corredor llano que, andando el tiempo, les llevaría hasta el océano Índico. Lo que NO dirán los susodichos medios es que el Doklam es una minúscula meseta (269 km2) cuya soberanía se disputan Bhutan y China y si, después de 30 años, todavía no han llegado a un acuerdo es porque Delhi les pone palos en las ruedas. Lo que tampoco dirán esos mismos medios es que tan estratégica llanura está en manos chinas desde hace décadas –de lo contrario no podrían abrir esa carretera-. Menos aún dirán que, por tanto, el Doklam no debe llamarse así sino Danglong –en chino mandarín. Y, por supuesto, lo que no dirán nunca ni los medios internacionales ni los paletos hispanos es que está habitado por un pueblo indígena: los Lepcha.
Huelga añadir que, de empeorar el relativo compás de espera actual, las primeras víctimas serán los Lepcha. Por ello, por la posibilidad de que ocurra el enésimo genocidio contra los pueblos del Himalaya, debemos estar medianamente informados.
Si esta disputa aparece en las noticias en español, aquí mentirán acusando a China de imperialista, materialista y etcétera. Pero, hoy por hoy, lo único cierto es que la primera piedra la han arrojado los hindúes: no podía haber sido de otra manera estando presididos por un ultra-nacionalista y ultra-islamófobo como Modi (por cierto, quién sabe si arrastrado por su islamofobia psicopática acaba de echarse en las manos de Israel) Lo cierto, repito, es que tropas hindúes han incursionado en el Danglong so pretexto de que los butaneses se lo habían pedido. Por su parte, Bhutan niega tal petición de ayuda, una posición verosímil porque los butaneses no quieren ser invadidos por los chinos pero menos aún les agrada la idea de ser ocupados por las tropas indias pues saben que ello les llevaría automáticamente a su desaparición como Estado. Y tienen un rotundo precedente: en 1975, India invadió al vecino Sikkim y ahora aquella ex seudo-monarquía es una provincia hindú de las más míseras.
Por otra parte, justificando su invasión por la solicitud de Bhutan, India se expone a crear un temible precedente: ¿Qué sucedería si, siguiendo la misma argumentación, Pakistán pidiera ayuda a China en las guerras no-tan-larvadas de Jammu y Cachemira que sostiene contra India? Ese berenjenal dejaría en mantillas al actual conflicto pero Modi, traficante de esclavos y de armas, quiere anexionarse de iure a Bhutan, el país que ya ha anexionado de facto, al menos en los segmentos económicos y de relaciones exteriores. En otras palabras, no quiere que Bhutan se le escape de las manos como ya le está sucediendo con un Nepal cada día más maoísta.
Examinando con esmero mi bola de cristal, puedo pronosticar: a) los medios de desinformación nos presentarán la hipotética anexión o seudo-anexión de Bhutan como el precio que tuvo que pagar ese paisito para defenderse de China –repetición de la jugada con Sikkim-. b) los indígenas Lepcha pagarán las peleas entre China e India. Como siempre acaece, los indígenas son atrapados entre dos fuegos y, sin comerlo ni beberlo, pagan con sus vidas y con sus tierras. De hecho, ya lo están pagando.
En cuanto a Bhutan, el país del Dragón Tronante, el país más feliz del mundo –según su rey-, examinaremos tanta felicidad en los próximos días y comprobaremos que no es oro todo lo que reluce.
PEREZIA 